martes, 17 de septiembre de 2013

Los peores trabajos del mundo






En 2009, el británico Ben Southall tuvo mucha prensa porque obtuvo lo que se llamó el mejor trabajo del mundo entre 34.000 postulantes. Se trataba de pasar unos meses en una isla paradisíaca del Pacífico. Debía surfear, explorar los alrededores o nadar en una piscina. Luego debía escribir sobre las experiencias vividas, con fines de promoción turística.
En el otro extremo es interesante explorar y navegar en Internet en busca del peor trabajo del mundo. Aparecen algunas versiones.
1. Limpiador de cobras venenosas. Se agrega el hecho de que la higiene la realiza mediante una escoba, arrinconando cada una de las serpientes con la mano y el calzado que utiliza son simples ojotas, que deja sus pies al descubierto.
2. Buzos de alcantarilla. En la India hay quienes se introducen en las cloacas de la ciudad de Calcuta con pantalones cortos y sin ninguna protección. El 17% de dichos trabajadores pierde la vida al cabo de unos años. Alrededor de 1000 han muerto en los últimos siete años. Unos 200 asfixiados por gases letales o ahogados en las aguas residuales, 800 por tuberculosis, hepatitis y otras enfermedades similares.
3. Portadores de azufre del volcán Kawah Ijen, Indonesia. A ? 0,5 por kilo suben 2600 metros sobre el nivel del mar, con tres horas de recorrido. Los más fuertes cargan 100 kilos por vez. Los más débiles, la mitad.
La lista sigue, pero es suficiente para diferenciar qué puede entenderse por peor o mejor trabajo. En los ejemplos citados hay un primer factor que se relaciona mucho más con las condiciones de trabajo que la tarea en sí misma.
Buena oportunidad para separar ambas situaciones. Los tres tendrían una calificación diferente si se les diera los elementos de seguridad y confort necesarios, pero los portadores de azufre sufren una exigencia que termina deteriorándolos tarde o temprano. Por ser a destajo, lo que ganarán depende de sus posibilidades. Esta carga pesada vale tanto para las cuestiones físicas como intelectuales, por lo que la mirada no tiene por qué posarse sobre qué hacen, sino qué se les pide, sea mediante un esfuerzo físico o por presión psicológica para lograr determinadas metas.
No encontrarnos aquí mayores diferencias entre un forzudo y un alto ejecutivo: ambos van camino al deterioro. Ninguno de los dos tiene un trabajo decente.
El limpiador de cobras y los limpiadores de alcantarillas pasan a la categoría de peores por el material que tratan. Las serpientes no son la mejor materia a manipular y mucho menos los excrementos. En este último caso prima lo escatológico, el asco, y por esto queda en uno de los últimos escalones de los empleos deseados.
Recuerda aquellas viejas amenazas familiares, francamente discriminatorias: Si no estudiás vas a terminar como basurero. Ahora bien, si vamos a calificar el trabajo por el material que se debe manejar, será difícil ubicar una gran cantidad de especialidades de la medicina y más aún los que participan en la fabricación de armas de guerra. Lo sucio y lo feo tienen otras dimensiones.
Por último, el limpiador de cobras puede ser muy feliz haciendo su tarea. Es, a su modo, un experto y puede sentir orgullo por lo que hace. En síntesis, las relaciones con el trabajo son diversas. Una empleada, sentada en un escritorio sobre un sillón ergonómico, con alfombras, aire acondicionado, calefacción, etcétera, llenando planillas, puede considerar que ése es el peor trabajo del mundo. Es el vínculo que se establece entre la persona y su trabajo, no la tarea en sí misma.

Por   | LA NACION
Publicado en: http://www.lanacion.com.ar
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