martes, 25 de noviembre de 2014

Acerca de juicios, prejuicios y posibilidades

Acerca de juicios, prejuicios y posibilidades

152-prejuiciosUn campesino, que tenía madera para cortar, no lograba encontrar su hacha grande. Recorría su patio de un lado a otro, iba a echar un vistazo por el lado de los troncos, del cobertizo, de la granja. ¡Nada que hacer! El hacha completamente nueva que había comprado con sus últimos ahorros, había desaparecido… ¡sin duda robada!
La cólera –esa breve locura–, desbordaba su corazón y teñía su mente con una tinta tan negra como el hollín. Entonces vio a su vecino llegar por el camino. Su forma de caminar le pareció la de alguien que no tenía la conciencia tranquila. Su rostro dejaba traslucir una expresión de apuro propia del culpable frente a su víctima. Su saludo estaba impregnado de una malicia de ladrón de hachas. Y cuando el otro abrió la boca para contarle las trivialidades meteorológicas habituales entre vecinos, su voz era sin lugar a dudas la de un ladrón… ¡que acababa de robar un hacha flamante!
Totalmente incapaz de contenerse durante más tiempo, nuestro campesino cruzó su tranquera a grandes zancadas con la intención de ir a decirle cuatro verdades a ese merodeador que tenía la osadía de venir a burlarse de él. Pero sus pies se enredaron en una brazada de ramas muertas que yacía al borde del camino. Tropezó, atragantándose con la andanada de insultos que tenía destinada a su vecino, se cayó de manera que fue a dar con la nariz contra el mango de su hacha grande, ¡que debía de haberse caído hacía poco de su carreta…!
Este pequeño pero ilustrativo cuento, nos pone en contexto del tema de hoy: los prejuicios.
¿Cuántas veces nos hemos visto envueltos en la misma situación del campesino, teniéndonos que “tragar” los insultos hacia otro que creíamos culpable de nuestra situación insatisfactoria, al ver que estábamos totalmente equivocados en nuestra hipótesis…? (Y cuántas otras veces nos hemos arrepentido por haber actuado en base a nuestras suposiciones o inferencias, y que luego el tiempo, la vida, nos ha demostrado que nos habíamos equivocado…)
Es una experiencia que muy probablemente todos hemos pasado, al menos alguna vez en la vida. Y esto es así porque en nuestra infancia, a partir de nuestra escolarización o socialización, vamos imitando o modelando patrones de conducta de las personas significativas, las cuales a su vez también lo han aprendido de otros, por medio de una práctica recurrente: nos van aconsejando, sugiriendo, influyendo, persuadiendo, recomendando –en suma–, opinando sobre todo y sobre todos, y todo eso va formando parte de nuestra identidad, de nuestro criterio personal, de nuestro acervo cultural, de nuestro patrimonio experiencial, de nuestra herencia familiar, de nuestro capital intelectual, de nuestro bagaje vivencial, y todo esto pasa a integrar el sistema de creencias personales, y que yo llamo el “baúl de los prejuicios adquiridos ”(adquiridos a precio cero, pero a un costo altísimo, por las consecuencias que nos traen a futuro!).
“Mi hijo Jack, de cuatro años, vio que yo estaba por colocar una vieja película de El Zorro en la reproductora de video. Me preguntó si se trataba de una película color o gris. Esta realidad me hizo reír en reconocimiento, puesto que las películas en “blanco y negro” nunca son blanco y negro, sino distintos matices de gris. La razón por la cual consideramos a los niños tan creativos cuando se aparecen con ideas como éstas, no es porque sean inventivos en el sentido de inventar cosas raras o locas, sino más bien porque ven lo que realmente está delante de sus ojos sin prejuicio alguno”.
Esta anécdota pertenece a Stephen Nachmanovitch (Violinista, compositor, escritor, y educador estadounidense, n. 1950) y nos muestra cómo, durante nuestra primera infancia, teníamos esa capacidad de VER sin los filtros que luego se nos incorporan con el pasar de los años. Al llegar a la etapa adulta, VEMOS (con la capacidad biológica que nos permite el sentido de la vista), y además INTERPRETAMOS (con la capacidad lingüística que nos permite la pertenencia a la raza humana). Y esta capacidad de crear juicios es sumamente poderosa, ya que nos permite entrar al futuro con algunas “certezas”, debido a que nos vamos formando ese juicio a partir de los hechos que vamos acumulando del pasado.
El verdadero “problema” ocurre cuando, sin tener evidencias, nos formamos una opinión, un juicio, acerca de algo o alguien. Cuando hacemos esto, no estamos juzgando, sino que estamos prejuzgando. Un juicio sin evidencia, es un prejuicio, o sea, una creencia previa a la observación.
Te propongo un ejercicio –a mi juicio (por haberlo ya experimentado), interesante— que tiene que ver con identificar cuáles son los pre-juicios que están presentes en tu vida. Reconocerlos te permitirá liberar tu percepción de condicionantes que “filtren” lo que pasa en el “exterior”, y de ese modo, dar lugar a la aparición de “POSIBILIDADES” en lugar de “LÍMITES”. El ejercicio consiste en 3 etapas:
Etapa 1:
Responder a una guía de preguntas que te comparto a continuación:
¿Qué pienso acerca de mí?
¿Qué pienso acerca de mi existencia en este mundo? ¿Para qué estoy aquí?
¿Qué pienso acerca de mi futuro?
¿Qué pienso acerca de …? (en los puntos suspensivos, puedes colocar el aspecto de tu vida que quieras revisar, con lo cual, la lista se puede extender hasta donde lo consideres oportuno)
Etapa 2:
Una vez que hayas respondido a estas preguntas, la siguiente etapa será revisar si estas opiniones están sustentadas en hechos concretos o si, por el contrario, se trata de un prejuicio que sostengo.
Etapa 3:
Una vez identificados los prejuicios, considerar qué posibilidades no estás pudiendo crear, a partir de las limitaciones que estos prejuicios proponen. Y de este modo, elegir si los quieres seguir sosteniendo, o por el contrario, si quieres desafiarlos para ver qué hay más allá de estos prejuicios.
“Lo que se opone más al hallazgo de la verdad no es la falsa apariencia que surge de las cosas, llevando al error, ni tampoco inmediatamente la debilidad de la inteligencia, sino la opinión presupuesta, el prejuicio que se impone como impedimento a priori a la verdad” Arthur Schopenhauer (1788-1860) Escritor, filósofo y pensador alemán.
Te comparto a continuación, a modo de despedida de este post, un video donde podemos ver a Ricardo “Coco” Niz, un ser humano que pudo ver más allá de sus propios prejuicios, y que se pudo conectar con algo trascedente: un proyecto de“reciclaje humano” (como él lo llama), y que se encontró con personas que a su vez también dejaron de lado sus prejuicios para poder ver algo más que un “cartonero”, que pudieron ver valor y compartieron su sueño. Espero que te nutra de inspiración tanto como a mí!

Espero de corazón que este post te haya sido de alguna manera útil para tu vida. Si en algún momento consideras que necesitas revisar tus juicios (o pre-juicios) para  aumentar el liderazgo de tu vida, y que quieres dar tu primer paso hacia un mayor bien-estar, estoy disponible para que me consultes y conversemos de qué manera puedo asistirte.
Recibe mi total agradecimiento por permitirme compartir contigo estas reflexiones y te agradeceré las reenvíes a quienes consideres les pueda ser de utilidad.
Hasta nuestro próximo encuentro!
Para que disfrutes este viaje EN-TREN-A-TU-VIDA!

Publicado en: https://entrenatuvida.wordpress.com


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